Por Liliana Fernández
En el Gran Pajonal, hay personas entre los 50 y 80 a más años que son monolingües. En muchas comunidades, además, la primera lengua que aprenden los infantes todavía es el ashéninka. La mayoría de las personas, no obstante, son bilingües. En algunos, el nivel del dominio del castellano varía considerablemente según algunas variables sociales como el nivel de instrucción, la frecuencia de salida a la ciudad y el matrimonio mixto (mestizo-ashéninka). Estas variables influyen en que se tenga un mejor dominio del castellano, aunque no siempre ocurre así necesariamente y hay personas que a pesar de que terminaron la secundaria, son analfabetos funcionales en castellano, por ejemplo. Las deficiencias en la educación (falta de escuelas, de docentes bilingües y de materiales), la carencia de rutas hacia las comunidades y los matrimonios entre ashéninkas han sido factores importantes para mantener la lengua materna como dominante sobre el castellano.
En las personas más jóvenes, el nivel de dominio del ashéninka varía. Esto ocurre principalmente en quienes tienen un progenitor mestizo o son hijos de los principales líderes pajonalinos. Muchos niños y jóvenes tienen dificultades para comunicarse fluentemente en la lengua originaria, porque poco a poco han ido relegando la lengua materna a ámbitos más íntimos en el hogar. Así la emplean solo cuando se comunican con sus padres o abuelos y prefieren el castellano para interactuar con sus contemporáneos o los mestizos de Oventeni. Otros jóvenes solo dominan el nivel léxico y, por lo tanto, su dominio de la lengua solo alcanza el nivel de comprensión oral, principalmente instrucciones. Esta tendencia se observa principalmente en las comunidades alrededor de Oventeni como Ponchoni, Quiteriavo o Mañarini y encuentran explicación en la discriminación que existe en el pueblo hacia los ashéninkas y porque hablar castellano es sinónimo de ser civilizado. A pesar de esto, en el Gran Pajonal, la vitalidad de la lengua materna revela que esta cumple un rol fundamental en la construcción identitaria de los ashéninkas.
Comprobé lo anterior cuando visité la institución educativa Mañarini-B en Ponchoni. Este colegio secundario tiene alumnos que vienen de las comunidades más cercanas como Kirahuanero, Quiteriavo, Mañarini, Materiato, Catoteni, Alto Chencoreni y otras. Los alumnos se comunican en castellano en todo momento, incluso en los minutos libres del receso. Cuando recorríamos las áreas de cultivo como el huerto o el cafetal, los diálogos entre ellos eran en castellano. Una primera impresión de estos jóvenes es que no hablan ashéninka, pero no es así. Con el transcurrir de los meses, comprobé que los alumnos sí hablan ashéninka y que tienen distintos grados de bilingüismo. En el colegio, prefieren hablar castellano porque asumen que en su desarrollo personal esa es la manera de civilizarse más. Si entre ellos algunos se comunican en ashéninka, son tildados de “paisanos” con un sentido tal vez no peyorativo, pero que significa que todavía no son del todo civilizados. Esto no quiere decir que entre ellos se prohíban hablar ashéninka. Emplean su lengua materna para hacer chistes, cuando se cuentan entre ellos algún acontecimiento de su comunidad o cuando no quieren que algún profesor o visitante entienda lo que están hablando.
Distinta es la situación en Pankinkari-B ubicado en la C. N. Chincheni. A este colegio también asisten alumnos de las comunidades aledañas como Pitza, Shani, Shimpe y Mancoete. Allí la lengua predominante es el ashéninka y solo se emplea el castellano en las interacciones con los docentes y visitantes dentro y fuera de la escuela. Por ejemplo, en las intervenciones de los alumnos, ellos se dirigen al profesor en castellano, pero entre ellos hacen comentarios sobre las clases en ashéninka. Los jóvenes desean aprender mejor el castellano. Reconocen que no son fluentes en este idioma y que aprenderlo mejor es civilizarse, pero los docentes enviados por la UGEL de Atalaya no cumplen su labor magisterial, se ausentan mucho y no aplican una metodología apropiada para enseñar castellano como segunda lengua, lo cual genera frustración en los líderes y jóvenes que asisten al colegio.
En la Figura 10, se observan los niveles de bilingüismo entre jóvenes estudiantes del nivel secundario. Si bien se ha elaborado sobre una muestra de la población joven, considero que el resultado se puede aplicar a la realidad del Gran Pajonal en general. El bilingüismo de tipo 1 y 2 se encontró en el colegio Pankinkari-B que beneficia a las comunidades nativas del sureste del Gran Pajonal. Es importante señalar que el bilingüismo de tipo 1 es el que más predomina. Solo han alcanzado un bilingüismo de tipo 2 quienes han salido a ciudades a trabajar o han concluido sus estudios secundarios fuera del ámbito del Gran Pajonal. El bilingüismo de tipo 2, 3 y 4 se manifestó entre ashéninkas del colegio Mañarini-B que beneficia a comunidades aledañas a Oventeni, el centro poblado colono. En esta zona, se encontró bilingüismo de tipo 1 entre jóvenes, principalmente mujeres, que apenas concluyeron su educación primaria en el mejor de los casos. Si bien el ideal de bilingüismo debería ser el de tipo 2, la figura trata de representar la preferencia que existe entre las nuevas generaciones por el castellano. Cabe recalcar, que el bilingüismo de tipo 4 solo ha sido manifestado entre jóvenes que tienen un progenitor mestizo o entre aquellos que por diversas razones terminaron siendo criados por mestizos, en Oventeni.
Figura 10. Niveles de bilingüismo entre los jóvenes del Gran Pajonal
Elaboración propia
Fuente: Fernández, L. (2017). Construcción identitaria de los jóvenes ashéninkas del Gran Pajonal en el siglo XXI. Pp. 103-105. (Tesis de maestría) UNMSM. Lima.
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