RESUMEN DEL ARTÍCULO "ENTRE EL MULTICULTURALISMO Y LA INTERCULTURALIDAD: MÁS ALLÁ DE LA DISCRIMINACIÓN POSITIVA" DE FIDEL TUBINO
Tubino discute sobre la equidad, el multiculturalismo y la interculturalidad en América Latina y se cuestiona ¿cuál es el papel que han cumplido, o que han dejado de cumplir, estos factores en las políticas sociales de nuestro continente? El autor cree que aunque se ha ampliado el acceso social al sistema educativo, los logros no son consecuentes con lo que se esperaría: equidad en términos de calidad de resultados.
El autor hace un breve recorrido histórico sobre el tratamiento al indígena por los Estados. Explica la época de la discriminación explícita sustentada en la discriminación racial y negación de la ciudadanía del indígena, expresada en las leyes y el discurso académico. Luego vendría la época de la discriminación implícita que buscaba el asimilacionismo cultural uniformizador a través de políticas de dignidad igualitaria que, en realidad, eran el reflejo de la cultura hegemónica y el objetivo era desaparecer aquellas culturas subyugadas en aras del progreso.
Tubino critica que la educación pública en América Latina no haya sido multicultural ni intercultural debido a los programas igualitaristas y homogeneizantes de los estados nacionales. La meta debería ser lograr la equidad en la diferencia con nuevos criterios, empezando por multiculturalizar la discriminación positiva para avanzar hacia la interculturalidad, es decir, promover la tolerancia cultural para generar el diálogo intercultural. Esto es importante, pues, Tubino señala que sin interculturalidad no hay democracia. La cultural política debe ser reconocida como propia por los ciudadanos de todas las culturas de un país.
El multiculturalismo es un intento de abordar y resolver los problemas que generaron las políticas de dignidad igualitaria, respetando la diversidad cultural de los nuevos tiempos y asumiendo que la identidad no es una sola, sino que, además, existen identidades secundarias y accesorias. Este nuevo enfoque se fundamenta, principalmente, en reconocer las diferencias. Tubino sostiene que las políticas de diferencia buscan que los ciudadanos de distintas procedencias culturales o religiosas se puedan sentirse plenamente reconocidos. Este tipo de discriminación, llamada positiva, es un principio que genera medidas afirmativas, no transformativas, es decir, los resultados de su aplicación no atacan directamente las causas de la discriminación. Sin embargo, las leyes basadas en la discriminación positiva son necesarias como medidas transitorias, pues promueven la autonomía pública de los grupos menospreciados.
Tubino cuestiona que la democracia sea reducida a la regla de las mayorías cuando está diseñada para hacer posible la protección de los derechos civiles y políticos básicos de los individuos frente al Estado y frente a las mayorías. Por otro lado, frente a la emergencia en las sociedades democráticas de las luchas sociales por el reconocimiento de las identidades colectivas, Tubino afirma que el reconocimiento de la autonomía como derecho básico nos da la potestad de elegir nuestra identidad, nuestro proyecto de realización. El autor considera fundamental sacar las políticas de la diferencia del paradigma liberal y paternalista en donde se hallan y redefinirlas desde el paradigma de la democracia participativa, cuyo dominio lo constituyen los espacios sociales del empoderamiento de la ciudadanía, es decir, la sociedad civil y el ejercicio de la autonomía pública tiene que ser el sustento de las políticas de reconocimiento.
Respecto a la interculturalidad, Tubino distingue entre la interculturalidad como concepto descriptivo y como propuesta ético-política. La primera se refiere a las diversas formas de relación entre las culturas: la aculturación, el mestizaje, el sincretismo, etc. La segunda, considera Tubino, es una utopía realizable. En América Latina, surge dentro de la problemática y planteamiento de la educación bilingüe de los pueblos indígenas y su principal característica es el diálogo. En ese sentido, reasume en parte el multiculturalismo, pues para dialogar debe haber respeto mutuo y condiciones de igualdad entre los que dialogan. El diálogo intercultural es la autorecreación transcultural, es decir, propiciar la apropiación selectiva y crítica de lo que el interlocutor cultural ofrece, de asumir una actitud activa que permita reestructurar lo propio, autotransformarlo reflexivamente, escogerlo y reinventarlo.
El autor concluye que la discriminación positiva y las políticas multiculturales de las democracias liberales son insuficientes y propone apostar por la interculturalidad ético-política. Cita a Albó, uno de los propulsores de este tipo de discurso, quien distingue entre micro y macro interculturalidad. La primera se refiere a las relaciones interpersonales, la segunda, a las estructuras sociales y simbólicas. Ambas son complementarias y pueden darse simultáneamente. Por eso, las políticas de Estado deberían dar continuidad y estabilidad a las políticas interculturales para generar resultados sólidos. Además, el enfoque intercultural debe ser intersectorial, es decir, no limitarse a la educación, sino concebirla como un eje transversal de las políticas del estado.
Me parece muy coherente e ilustrativa la argumentación de Tubino sobre el multiculturalismo y la interculturalidad que, en América Latina, adoptan otros matices y van más allá de la cuestión teórica por los particularismos de nuestros países y por la situación conflictiva que siempre ha habido entre la sociedad hegemónica y los pueblos indígenas. En ese sentido, la crítica que hace a las políticas liberales de los Estados es contundente, pues una cortina de ignorancia y soberbia en nuestros políticos ha propiciado la falta de inclusión e igual tratamiento de los indígenas, concuerdo con Tubino en que la interculturalidad debe proyectarse a otros sectores del Estado y no solo a la educación, pero primero se debe trabajar en la capacitación de profesionales indígenas y no indígenas sobre la diversidad cultural de las naciones, pues la falta de gente preparada impide la aplicación de determinadas políticas. Así sucede con la educación intercultural bilingüe. Si bien las políticas educativas en esta área son consideradas las mejores de América Latina, todo se queda en el papel, ya que su aplicación se ve mermada por cuestiones logísticas y falta de profesionales que atiendan las necesidades de las poblaciones indígenas.
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