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Memoria colectiva

Por Liliana Fernández
A través de la tradición oral se construye, reconstruye y mantiene la memoria colectiva de un pueblo. En la tradición oral ashéninka, existen relatos sobre el origen de las comunidades, del hombre blanco, de algunos espacios geográficos como quebradas y lagunas. Los conflictos del pasado considerados luchas de poder por mujeres y territorio son evocados cuando se conversa con los ancianos. Las luchas por el control del espacio entre ashéninkas y, durante la colonización, con mestizos, también forman parte de la tradición oral y por lo tanto de la memoria colectiva de los pajonalinos.
Esta memoria colectiva se construye y sostiene en el tiempo mediante la creencia en su veracidad siempre que no sea cuestionada. Todo pueblo tiene un conjunto de creencias que son resultado del aporte de cada individuo a lo largo de su existencia. Por tanto, la construcción de la memoria es un proceso permanente. La memoria se transmite de generación en generación y se relaciona con la historia de la comunidad, el origen del pueblo, del territorio, procesos migratorios, etc. A través de esta memoria se pueden crear hechos que jamás ocurrieron y héroes que jamás lo fueron, pero que a partir de su construcción serán reales para las nuevas generaciones. Asimismo, la memoria también puede silenciar hechos dolosos o que no representan importancia para la construcción identitaria y el futuro que se quiere forjar.
Esta memoria colectiva forma parte del conocimiento que posee el ashéninka sobre su entorno y es parte de su historia de vida. Además, forma parte de un conocimiento no formal, ya que no se aprende en la escuela. No obstante, existe un problema: algunos jóvenes empiezan a considerar que las nociones que se transmiten mediante la tradición oral no son reales. Surgen, entonces, dos posiciones frente al territorio: primero, un grupo de jóvenes considerará que su territorio es un espacio en peligro latente de ser conquistado, reconstruido y, por lo tanto, está en conflicto, debido a que personas procedentes de otros pueblos con distintas trayectorias y culturas se han disputado siempre la posesión de terrenos ashéninkas. Segundo, la construcción de memorias y silencios provocará que se conceptualice el territorio de una manera diferente, con lo cual se proyectarán subjetividades políticas y de desarrollo económico en un continuum basado en lo que se quiere para el futuro. Este segundo grupo de jóvenes es aquel que vive un cambio socioeconómico promovido por el desarrollo económico del Gran Pajonal; son los jóvenes de la modernidad.
No obstante, la temporalidad de la memoria y del territorio depende de la interacción social, del sentido de pertenencia del individuo. Por esto, debe haber un tercer grupo de jóvenes con una posición que puede ser la mezcla de las dos descritas en el párrafo anterior o que simplemente no les preocupa la problemática del territorio, porque no han tenido problemas limítrofes o de recorte de territorio comunal. Las formas en que estas memorias se conectan para producir marcos de interpretación comunes a la sociedad pajonalina son producto de procesos de reflexión que se dan principalmente en las reuniones y congresos comunales donde todos los ashéninkas ejercen su ciudadanía al discutir los temas de principal interés local: territorio, salud y educación.
A estas asambleas, son llamados a participar todos los ashéninkas. Los líderes son los encargados de organizar la agenda y exponer la problemática actual. Respecto al territorio, los procesos de configuración del espacio y sus implicancias político-sociales son fundamentales. Aunque no todas las comunidades tienen este tipo de problemas, en los congresos se enteran de lo que ocurre con sus paisanos de comunidades limítrofes, por ejemplo. Muchos son llamados a resguardar el territorio; por eso, la forma en que se imaginan, cuestionan e imponen nociones de espacio y lugar pasa a ser parte de la memoria colectiva del ashéninka.
Algo frecuente en todo congreso es que los líderes consultivos Pascual Camayteri Fernández y Miguel Camayteri Fernández aborden el proceso de titulación de tierras del Gran Pajonal. Pueden remontarse a los primeros desplazamientos ashéninkas como resultado de la colonización; se enorgullecen de haber expropiado parcelas colonas para devolvérselas a los ashéninkas; de haber expuesto incluso su vida para recuperar tierras invadidas. Todo ashéninka debe conocer y defender su territorio. Entonces, en estas reuniones los procesos de construcción de subjetividades, sentidos y luchas en torno al espacio se validan, la memoria se construye. Los líderes siempre atemorizan a la población con anuncios de invasiones de colonos mestizos o asháninkas y las rondas se organizan para vigilar las fronteras.
Estas tensiones, además de las experiencias, intervienen en la reconstrucción de la historia. Por eso, es fundamental que los jóvenes participen activamente de la política ashéninka mediante la asistencia a estos congresos, pero lamentablemente no es así. Los estudios o el trabajo son condicionantes para que algunos no ejerzan la vida política. Las memorias y sentidos sobre el territorio se dan mediante la tradición oral, la cual se conecta con las experiencias y luchas territoriales que las comunidades nativas tienen en la actualidad e influyen en la construcción de la identidad de los jóvenes pajonalinos.
Fuente: Fernández, L. (2017). Construcción identitaria de los jóvenes ashéninkas del Gran Pajonal en el siglo XXI. Pp. 85-87. (Tesis de maestría) UNMSM. Lima.

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