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Importancia del ashéninka en la construcción identitaria

Por Liliana Fernández

En contextos bilingües, ocurre que pueden coexistir no solo dos lenguas sino las variedades lingüísticas de estas. En los distintos ámbitos sociales en que participan las personas, utilizan la lengua o lenguas de distinta forma y bajo ciertos criterios, según el interlocutor y la situación comunicativa en que se dé el acto de habla. Es en este preciso momento que la identidad se hace explícita como un acto del individuo para reconocerse o identificarse frente a sus interlocutores. En consecuencia, si un joven habla dos o más lenguas o dialectos, puede hacer uso de cualquiera de ellos según su conveniencia. Cuanto mayor sea el número de lenguas o variedades de esta que domine, mayor será su prestigio y la posibilidad de ser admitido en diversos grupos sociales.
Entonces, ¿en qué sentido la lengua materna es un símbolo identitario para los jóvenes ashéninkas? Es un elemento importante para la construcción identitaria. Debemos entender aquí que la identidad no es una sola, sino múltiple. En el contexto sociocultural actual, en el cual los jóvenes ashéninkas interactúan con sus paisanos asháninkas, colonos o mestizos y salen con frecuencia a la ciudad, la identidad es un proceso en continua construcción que se centra en los valores tradicionales, es decir, en los referentes culturales propios de una cultura milenaria que se ha sostenido en el tiempo gracias a lo inhóspito de sus vías de acceso y el fracaso del sistema educativo, principalmente. Estas manifestaciones culturales, muchas de las cuales ya no tienen vigencia, son el vínculo entre las generaciones. La transmisión de conocimientos sobre el bosque, el río y la tradición oral se inculcan a los jóvenes y ellos reconocen su valor cuando se les pregunta qué es ser ashéninka. No obstante, la herencia más importante es la lengua.
Al preguntar a los jóvenes qué aspecto cultural los identifica como ashéninkas, ellos responden de manera contundente que el dominio de su lengua materna los identifica como tales y los distingue de otros pueblos indígenas, incluso de los mismos asháninkas. Para muchos jóvenes, el hecho de solo comprender la lengua indígena ya es importante y garantiza el reconocimiento social, dado que comprender implica servir de intérprete en conversaciones con los castellanohablantes. Cuando se les pregunta por qué es ashéninka aquel joven que ya no habla el idioma, contestan: “No habla, pero comprende, sirve a la comunidad”. En consecuencia, se aprecia que la lengua materna es una manifestación cultural fundamental en la construcción de su identidad.
Entre los ashéninkas, la lengua materna funciona como un criterio de identificación y distinción. A través de ella se legitima la pertenencia al Gran Pajonal y la condición de ciudadano. En el Gran Pajonal, muchos docentes bilingües son asháninkas debido a que no hay profesionales ashéninkas oriundos del lugar. Algunos son asháninkas de Puerto Bermúdez (Huánuco). “Los docentes de Puerto Bermúdez han venido a malograr nuestro idioma. Ahora los niños hablan de otra forma”, manifestaba un líder de la comunidad nativa de Ponchoni. Por eso, las variedades lectales, además de ser reconocidas como un elemento identitario, constituyen representaciones de las posiciones que los sujetos asumen respecto a su identidad para validar la diferencia sociocultural: “Es ashéninka, sí, pero del Perené” implica que no es pajonalino y que por lo tanto no es comunero, no es ciudadano del Gran Pajonal.
Algunos jóvenes de la comunidad nativa de Chincheni estudiaron la secundaria en comunidades del río Tambo, donde se habla asháninka. Al preguntarles qué son ellos, respondían que eran asháninkas porque ya no podían hablar su idioma materno, solo comprenderlo. Daniel Avenchari, hijo del jefe de la comunidad de Chincheni, me manifestaba, en el año 2012, que él se sentía asháninka y no ashéninka, porque estudió los cinco años de educación secundaria en una institución educativa del río Tambo, en Impanikiari, una comunidad asháninka, ya que no había escuelas más próximas a su comunidad. En el transcurso de ese tiempo, adquirió la variedad asháninka, se casó con una joven de ese lugar y ya no pudo volver a hablar ashéninka. Llevaba un año viviendo en la comunidad nativa de Chincheni junto a su esposa asháninka y no podía “hablar bien” de nuevo. Todavía no decidía si quedarse a vivir ahí con su familia o retornar al río Tambo. Si bien era reconocido por sus paisanos como ashéninka, él sentía que ya no lo era. Fuera de su comunidad podía identificarse como asháninka. Nadie diría que no lo es. Un año más tarde ingresó al ejército para hacer el servicio militar y lo enviaron a Ayacucho a servir. Lo enviaron a la selva ayacuchana donde se encontraría con asháninkas del río Ene y Apurímac. En la actualidad, tiene otra esposa, esta vez ashéninka, y es un comunero de Chincheni y sigue considerando que habla asháninka, pero está empeñado en ser asheninkaperotaki “un ashéninka verdadero”.
Figura 11. Daniel Avenchari en el lado izquierdo y su primo
Foto: Liliana Fernández/Año: 2012

En el Gran Pajonal, la percepción que se tiene sobre el uso de la lengua materna es de ser símbolo de identidad y su dominio junto al castellano implica estatus social para los pajonalinos, porque cuando estos salen de su territorio y se comparan con los asháninkas, por ejemplo, se ven a ellos mismos como más tradicionales, conocedores de los secretos del monte y de la utilización de las plantas. Saben que su lengua materna es diferente y es considerada difícil de entender. Ven que los asháninkas de río se han occidentalizado más: los jóvenes hablan solo en castellano o cuando hablan en su lengua materna utilizan muchos préstamos de la lengua oficial. “Nosotros no metemos castellano cuando hablamos en idioma”, sostienen los ashéninkas. Esto supone el conocimiento de la situación lingüística del Gran Pajonal y sus vecinos por parte del hablante o de la comunidad de habla ashéninka. Esta reflexión sobre la propia lengua, su rol como medio de comunicación y su simbolismo identitario es inconsciente, pero sale de inmediato a luz cuando se le cuestiona al ashéninka por su identidad y qué lo diferencia de un asháninka. En consecuencia, los pajonalinos reconocen la importancia de la lengua como símbolo de la identidad individual y grupal.

Fuente: Fernández, L. (2017). Construcción identitaria de los jóvenes ashéninkas del Gran Pajonal en el siglo XXI. Pp. 108-110. (Tesis de maestría) UNMSM. Lima.

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