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Los mártires de la lingüística no tienen dignidad

Escrito por Liliana Fernández Fabián

¿Qué es ser lingüista en el Perú? Responderé esta pregunta desde mi experiencia como sanmarquina. La formación universitaria en Lingüística (2002-2007) nos perfilaba a mí y a cualquier otro compañero como investigadores. Los cursos eran teóricos y de análisis en todos los niveles de la gramática, con especial énfasis en el generativismo; poco había sobre lingüística aplicada y sabíamos que al egresar trabajaríamos en cualquier área menos en la de investigación.

Un lingüista peruano es un profesional que puede desempeñarse dentro del área de investigación para la cual se formó o, lo que hace la mayoría, aportar con sus conocimientos sobre la lengua y la comunicación humana en los ámbitos educativo, social, político, entre otros. Una realidad compleja aparte es el salario del lingüista: no existe uniformidad y la valoración de los profesionales por los sectores empresariales, educativos e institucionales influye en este. A pesar de todo, el lingüista sale adelante y en los últimos años se ha posicionado en algunas áreas como la corrección de textos y estilo.

Lamentablemente no existe una institución que fomente la investigación lingüística que tanta falta hace al país y se canalice esta hacia las dependencias correspondientes para su aplicación. No existe la carrera de investigador. En los últimos días se publicó el mapa lingüístico actualizado que da cuenta de la existencia de 47 lenguas originarias del Perú —sé que la Digeibir trabaja contra el reloj en sus investigaciones y elaboración de materiales (y mucho más, seguramente), pero el público especialista solo tiene acceso a los resultados y no a los estudios que avalan estos.

Hace un par de meses, se acercó a mí una consultora del Ministerio para pedirme “ayuda” en la elaboración de unas guías de alfabetos, pero me dijo que solo me podía pagar el pasaje del vuelo al lugar donde se realizaría el taller. Según ella, aceptar esto me serviría para que “me vayan conociendo”. Entonces pensé: “Vaya, no importa que sea licenciada en lingüística, ni siquiera el currículo que tengo. Para obtener trabajo, tengo que ser conocida de alguien”. Sin embargo, reflexioné que ninguna de las personas con las que he trabajado me daría un trato así porque me conocen, saben de mi eficiencia, responsabilidad y profesionalismo.

Ahora me “brindan la posibilidad” de “colaborar” con la elaboración de gramáticas (seguimos dentro del Ministerio) por un periodo de cuatro meses. Les pregunto: “¿Cuánto están pagando por eso?“. “No hay pago, Liliana”. Un trabajo sin remuneración es explotación. ¿El Minedu permite que esto ocurra?

Es ridículo que pretendan que una licenciada en lingüística “trabaje” gratis; por lo visto, ya no hay suficientes estudiantes o bachilleres que se dejen explotar de esa forma (eso quiero pensar) bajo el rótulo de “ganar experiencia” o “hasta que sea un lingüista” (que se supone eres cuando obtienes el título). Ahora es “hasta que te conozcan”.

Una egresada de lingüística me decía: “Sí, pues, Liliana, pero yo lo hago por el pueblo indígena”. Entonces me pregunto: “¿Desde cuándo un lingüista se convirtió en mártir y este tiene que ser un requisito para ser reconocido dentro del círculo lingüista (sanmarquino) peruano?”. ¿Y la dignidad? No me creo mejor que nadie, pero si hay algo que me diferencia de muchos lingüistas en este momento es eso.

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